Una introducción a la colección textil de la Casa Fernández Blanco y a la labor del historiador Patricio López Méndez
Durante el invierno de 2021 el curador Patricio López Méndez abrió una bolsa de polietileno negro proveniente de una baulera preciosista y en su interior avistó tanto un vestido azul de 1860, como una chaqueta Worth en terciopelo de satén negro con bordados urdidos en hilos metálicos1 y tres trajes para niños de entre cuatro y siete años, con etiquetas que indican su pertenencia a la línea de moda infantil de la casa inglesa Top Hat2.
Las prendas mencionadas ofician cual diminutos botones de muestra del exquisito acervo textil que cobija la colección de la Casa Fernández Blanco3, una casa museo de fines del XIX con características d un palacete renacentista. y que pese a la magnificencia de sus salas, con boiserie los ventanales con vitreaux, un salón comedor engalanado con manteles de hilo, porcelana de Limoges y la cristalería de Baccarat. y la colección de muñecas Marilú y sus ropajes en miniatura representa uno de los museos de la ciudad de con menor difusión.
El protocolo museográfico predicado por López Méndez se rige por la máxima: “cualquier objeto es legible como un documento, basta con encontrar el código para su lectura“.

El registro que desde la sala de costura en el primer piso de la Casa Fernández Blanco desveló a la sastre Edith Hidalgo es el vestido azul cerúleo que como consecuencia de los descubrimientos químicos de la época se erigió en el color más de moda a mediados del siglo diecinueve.

Reflexiona López Mendez: acerca del modo en que la sastre se aproxima a las prendas: “Podría ser el tema de una ponencia porque la sastre lee las costuras como quienes leen un documento, sigue las costuras para ver si hubo achiques o ensanches y si algo de su morfología se perdió. De su análisis del vestido azul resultó que hay partes que no tienen lógica por la estructura; en medio del paño de la falda una costura indica que la tela que lo conforma antes pertenecía a otra pieza. Pudimos afirmar que el vestido fue hecho en Estados Unidos, porque tiene partes hechas con costuras a máquina y partes a mano y también porque la familia que donó tiene ascendencia en Norteamérica. Sus costuras a mano son tan impecables que parecen hechas a máquina; pero en 1860 no había máquinas de coser4 en Buenos Aires”.
Unas y otras afirmaciones reflejan el abordaje a la museografía que predica Patricio López Méndez, con estudios de historia en la Universidad de Buenos Aires y quien se desempeña en el Museo Fernández Blanco desde 1983:”Si bien mi tesis refirió a las devociones coloniales del mundo andino, que nada tienen que ver con el siglo 19, comencé a investigar en moda porque la colección que estaba guardada requería ser estudiada y documentada. Soy un bicho de historia, en mi juventud me interesaron los estudios medievales, ahí apunté a lo colonial”.
Patricio señala que el armado de la colección y sus diversas sub colecciones tomó forma a través de un método “boca a boca” entre las donantes, en su mayoría son hijas o hijos, nietos de mujeres y hombres extravagantes de Buenos Aires. La donante del reciente kit indumentario es Liliana Rueda y las prendas proceden del acervo de su suegra.

Más indicadores de su modus operandi consisten en la realización de maniquíes a la medida de los atuendos porque. en palabras del curador ” la única manera de ver bien los trajes es sobre el cuerpo, hacemos el maniquí a las medidas exactas de cada prenda, compramos los de cartón forrado en lycra negro o blanco, luego con el papel maché vamos haciendo los formatos acorde a cada prenda”.

-¿Cuáles fueron los disparadores para que los textiles europeos y la vestimenta emblemática de la belle epoque en la Argentina que estuvieron cobijados en los depósitos del Fernández Blanco comenzaran a recobrar su fulgor entre el brillo de la platería, que representa uno de los oficios más conocidos en la tradición museográfica del Fernández Blanco?
-La colección textil del museo creció en 2011 cuando junto a la conservadora textil Patricia Lissa tomamos la decisión de visibilizar lo que ya existía; nos propusimos empezar a registrar mejor la colección de accesorios e indumentaria. Luego siguió un trabajo de cuatro años durante los cuales pasaron por la Casa cuatro cursos completos de pasantes provenientes de la Universidad del Museo Social y donde Lissa tiene una cátedra . Más de cuarenta personas recurrieron a reponer lentejuelas y canutillos, restaurar faldas completas y lavar las prendas. En el proceso y en la búsqueda de textiles para reparar algunas piezas dimos con una modista de 95 años llamada Dorita quien fue hija y nieta de otras modistas y en su casa tenía varios placards llenos con piezas de telas que reunían la calidad y los tonos de las prendas que necesitamos restaurar; así fue cómo dimos con una pieza de seda color marfil a tono con un traje de novia de 1870. También recurrimos a las cajas con telas antiguas que el historiador Héctor Schenone usó para imágenes religiosas y luego conservó en su casa. Sus cajas con mostacillas, canutillos y lentejuelas fueron para nosotros oro en polvo y nos permitieron restaurar un vestido de 1920 bordado en canutillos y azabaches que había pertenecido a Angélica Busto, la mujer de Pascual Carcavallo, el empresario teatral que fundó el Teatro Nacional.

El relato del curador se detiene en la modalidad de trabajo imperante para revelar que la experta Patricia Lissa se jubiló en el transcurso de la pandemia de 2020 y que ” no va a ser reemplazada por temas de orden administrativo”.
Su dicho me impulsa a mirar el archivo propio y detenerme a una entrevista con Lissa publicada en el diario Página 12 el 16 de enero de 2015. Allí escribí: ” Lo primero que se percibe al ingresar a los salones del primer piso de la casa Fernández Blanco – Hipólito Yrigoyen 1420, y a la gran sala que funciona tanto como espacio de reuniones, austero taller de restauración textil , atelier de costura y depósito de vestidos, zapatos, sombreros y trajes de época es un muñeca de porcelana con el tamaño de una niña de tres o cuatro años años y en el ritual de ser vestida con un traje regional por la restauradora textil Patricia Lissa; a un costado de la escena, Edith su asistente y experta en sastrería repara los encajes de un vestido del 1800. Si bien el último grito de la moda en museología remite a indagar en los acervos y acentuar los oficios silenciosos, de modo tal que los guantes de látex en las manos de restauradoras textiles se divulgan desde cortos documentales tan codiciados como los films del sitio nowness Buenos Aires continúa ajena a la directriz. “Hay poca gente a la que le importa la conservación de los textiles, parece que se suele asociar con la ropa de la abuela y con lo que está a mano. No hay fórmulas fijas, cada pieza textil tiene su problemática y voy estudiando cada caso. Considero que el textil es como la piel, es orgánico y es sensible a los agentes externos, sufre más que la pintura, la luz lo decolora. De ahí que las reglas para exhibición indican la rotación de colecciones, que no haya cambios bruscos en la temperatura y la humedad a la que están expuestas las prendas”. “La restauración de textiles”, Suplemento Las 12, 16 de enero de 2015.

La colección permanente (Primera parte)
A fines de 2019 la Casa Fernández Blanco exhibió por primera vez los tesoros textiles de su colección. Lo hizo en las salas del primer piso acondicionadas con la vitrinas de rigor para protegerlas del polvo, la humedad en el medioambiente, del sol y de las luces artificiales. “La Ciudad a la moda” reunió veintidós trajes en la vitrina central y un total de ciento veintisiete prendas y accesorios de modas (de peinetones a un chaleco federal, porta ramos, zapatos, sombreros, trajes de baño, sombrillas y abanicos) que correspondieron a célebres casas de moda europea y también a tiendas departamentales de la argentina de la Belle Epoque y a creaciones de los sastres locales. La muestra reúne prendas de Charles Worth5, John Redfern, Jeanne Lanvin6, Hellstern & Sons7, Caroline Reboux8, Gath & Chaves (fundada en 1883) y Harrods Buenos Aires (abierta en 1914). Las premisas curatoriales intentaron reflejar qué tan a la moda estuvo Buenos Aires entre 1870 y 1930, las influencias que obtuvo como ciudad puerto y los estilos locales que surgieron en su geografía.


-¿En qué consiste y cómo llegó a la Casa Fernández Blanco la colección María Elena del Solar Dorrego de Casal?
En 2008 Inés Casal de Panelo, me llamó para ir al departamento de la avenida Quintana donde había vivido su madre la vestuarista, productora, directora, traductora y escenógrafa María Elena del Solar Dorrego de Casal, cuyo campo de acción estético transcurrió entre 1940 y 1950 en Buenos Aires. me mostró un placard de seis metros llenos de ropa, botitas con cuchilla para patinar sobre hielo de Louis Hellstern- fabricante de zapatos que abrió su primer negocio en París hacia 1870. una capa de teatro Doucet9, una cofia Lanvin de estilo holandés (la moda impuesta por la pareja de bailarines Irene y Vernon Castle), hay un traje Worth11 de 1890, seda estampado en composé, chaqueta con sobre chaqueta, hay otro sin etiqueta pero de la misma época. Gracias a esa donación y en menos de tres años nos llegaron cuatro donaciones más.

Notas:
1- conserva un alfiler oxidado que sujeta un papel que dice a quién perteneció;, está escrito en manuscrito, y describe a una a falda que ya no está disponible.
2-por un lado dos trajecitos a la rusa que se abotonan al costado y por otro un o, un tapado con cuello de piel de nutria en verde oscuro
3-situado en Montserrat y en la calle Hipolito Irigoyen 1418 por un decreto municipal se fusionó con el Palacio Noel, la casa de estilo neocolonial de la calle Suipacha y se los denominó Museo de arte hispanoamericano Isaac Fernandez Blanco Isaac Fernández Blanco (1862-1928) fue un coleccionista que en 1901 encargó al arquitecto noruego Alejandro Christophersen la ampliación y remodelación de la casa familiar en la zona sur de Montserrat, donde fundó el primer museo privado en la Argentina.
4- las primeras llegaron de forma aislada en 1880 y los embarques más grandes ocurrieron en 1900
5-Considerado el creador del concepto de alta costura, en 1858 funda su propia casa de moda en la Rue de la paix en París., empezó con la modalidad de colecciones anuales y a las que firmaba con su etiqueta
6-Jeanne Lanvin nació en 1867 . A los 13 años comenzó a trabajar cosiendo y reparando sombreros; y ya con 22, en 1989, montó en París su propia boutique. Los diseños que confeccionaba para su joven hija Marie-Blanche llamaron la atención de algunas mujeres que no tardaron en solicitar sus servicios como modista. Durante los años veinte y treinta, sus creaciones -fuertemente influidas por el arte y la pintura que Jeanne coleccionaba en su apartamento de la rue Barbet-de-Jouy- vistieron a mujeres tan influyentes como Marlene Dietrich o las reinas de Italia y Rumania.
7- fabricante de zapatos que abrió su primer negocio en París hacia 1870.
8- sombrerera francesa desde 1870.
Continuará