COSMÉTICOS EN EL CUERPO

por

Actividad de uso: Body Art: la imagen viva de Buenos Aires.

Textos de Ana Longoni , Roberto Jacoby , Daniela Lucena, Gisela  Laboureau, Francisco, Lemus, Valeria Garrote, Jorge di Paola, Martín Caparrós y María Moreno. ( 2021, 155 páginas).

La galería de looks cosméticos trazados y difuminados en los cuerpos de  quienes asistieron a una mítica performance  de make up corporal  fechada el 4 de octubre de 1989 y celebrada  en la discoteca Palladium admite la irrupción del actor Batato Barea con un vestido plisado  blanco urdido  por el artista  Jorge Gumier Maier. Desfiló el atuendo denominado “Mujer con Habano”, un vestido violeta que el diseñador Víctor de Souza  terminó de drapear en un escenario  sobre el cuerpo de una modelo. También hizo lugar a una pasarela bizarra con simulacros de trajes de insectos de impronta Cronenberg,  rostros  pintados en simetrías de tintes blanco y negro. Entre unas y otras performances, asomaron trajes regionales de Galicia, escenas de rock dignas del musical  The  Rocky Horror Show, trajes  que simularon aves desplumadas, bikinis matizadas con pintura corporal  que simulaban la trama de redes textiles, vestidos camiseros con impronta trash á– porter, zapatillas matizadas con capas, lencería  trajes de  vinilo con antenas a modo de tocados, Allí la descripción en cuanto a tipologías, cameos citas cinéfilas y rockers, el   imaginario de moda chatarra, el uso uso y abuso de los cables y de basura tecnológica.

La modelo con el “vestido habano” y el creador del outfit, Víctor de Souza.

En una de las primeras páginas del libro compilado por Francisco Lemus se reproduce  el   volante de 1988 que invitó a la discoteca Paladium con la consigna”Gane 200 U$$ y sea famoso en 15 segundos”, al tiempo que añadía en minúsculas letras; un calificado jurado otorgará el premio entre las diez mejores obras vivas consagradas por el aplauso del público. Habrá además otras distinciones especiales. La inscripción de personas- obra será de un dólar y comenzará el 26 de septiembre de 14 a 18 en Leandro. N. Alem 1026″. Por entonces el sociólogo , artista y compositor Roberto Jacoby, fundamentó: “La propuesta es que cada uno se produzca o produzca a alguien como obra de arte, como imagen viva que respira, camina y habla. No importa que el look sea clásico o demencial., sino que tenga carácter..la máscara como cara y la vestimenta como una extensión del cerebro. Mensaje portátil, política de la apariencia pública,teatro del instante, moda sin dictadores. Contra la tristeza del disfraz cotidiano, el lujo de una imagen intensa”. El festival de estilos aconteció en la discoteca situada en Reconquista y Paraguay, tuvo como maestros de ceremonia a los conductores de la radio Rock &Pop Lalo Mir y Douglas Vinci, mientras que el jurado estuvo integrado por artista Marcia Schwartz, la escritora María Moreno, el poeta Tom Lupo y el crítico de arte Pierre Restany. 

Fernando Noy con su traje de flaper, junto a Alejandro Kuropatwa y algunos integrantes del jurado.

 

En Paladium se escuchaban los hits de la new wave,  pero quienes se sentaban en las gradas en un alto del ritual del baile,podían ver shows efímeros de las Gambas al Ajillo, Caviar, Los  Peinados Yoli y también recibían invitaciones para maquillarse. Como advierten  Laboureau, Lemus y Lucena en el capítulo “Con el arte en el cuerpo”: “La última dictadura militar buscó uniformar a los jóvenes a través de tonos y prendas que delinearon los límites homogéneos de lo pulcro, lo bello y lo deseable. Pero muchos de los cuerpos que fueron blanco de los dispositivos represivos-productivos del poder actuaron como tope y fuga de los mandatos de un orden social-moral que se expresó también a través del vestido. Proponiendo una nueva política de la apariencia pública, el Body Art hizo suya la proclama de una moda sin dictadores, dejando atrás las reglas que intentaban aplastar los matices propios de la diferencia. Contra una práctica del vestir que llamaba a reproducir mecánica y repetidamente los códigos del buen gusto, el Body Art se abrió a la posibilidad de imaginar poéticas vestimentarias coloridas y desobedientes, superficiales y satíricas, glamorosas y ridículas. La extravagancia se jactó aquella noche ante la gris textura del disfraz cotidiano, como albergando en sus pliegues alguna señal secreta de futuro. Las imágenes de aquella noche se vuelven hoy una superficie de lectura que nos invita a imaginar ese excedente visual de una atmósfera que se despliega en el tiempo. Se pueblan de sonidos, texturas y olores. Los roces entre esos cuerpos neobarrosos mancillados por el Río de la Plata tomaron posición para transformarse en un engrudo hecho de glamour y desechos que subvertía el orden de las cosas del modo más expansivo. Los cuerpos que se desvestían o que se presentaban desnudos ante el público exhibieron la piel como tela y pliegue de una interioridad que entabló contacto con el afuera a través de la dimensión táctil que esas siluetas encarnaron sin mediaciones”. 

Gentileza del fotógrafo Guido Grosso

La acción fue documentada con fotografías, muchas de las cuales se reproducen en las páginas y también se rescató un corto documental realizado por el director  de cine publicitario Jorge Caterbona, quien por entonces hacia los videoclips para Virus; Las fotografías que reproduce el libro ofician cuál documentos de la época y se puede apreciar el protagonismo del fotógrafo Alejandro Kuropatwa, con alguno de los trajes de su colección sartorial, mientras celebraba cada look.

   Los testimonios de quienes asistieron a la celebración (muchos de los cuales se recopilaron mediante redes sociales) son de lectura ineludible. El crítico de arte Daniel Molina, rememora el modus operandi: “En 1988 Roberto Jacoby me llamó para que me encargara de la producción de un evento que estaba imaginado en una disco y con una gran participación de artistas performáticos, aunque  luego se abrió la participación  para que interviniera el público anónimo. Con el correr de los días y reuniones mediante se terminó de definir qué se iba a hacer en la disco de moda  del momento que era regenteada por Juan Lepes, un antiguo iluminador del teatro del Di Tella además de escenógrafo e iluminador de conciertos de rock.

Roberto Jacoby, artífice de la performance, Foto. Guido Grosso

Alejandro Ros destacó, “Recuerdo haberme inscripto para no pagar la entrada. Presentamos algo olvidable. Lo inolvidable fue el evento, yo era muy joven y estaba recién llegado de Tucumán, así que ver a todas esas mostras  montadas fue un Big Bang”. Cristian Peyón, quien unos años más tarde comandaría  el Club El Dorado, señala:”Fui seducido por esa consigna de Warhol. acababa de grabar un demo de con el hit de Amor Indio, y era la oportunidad para que suene a todo volumen en Paladium, que era la discoteca arty de moda. Con la ayuda  de Cayetano Vicentini  hice el vestuario que era un indio espacial futurista, un poco influenciado por “Flash Gordon”. “Con la excusa del homenaje a Alberto Grecco, nos tomamos la libertad de hacer quilombo un martes, No hizo falta demasiada convocatoria, respondieron al unísono doscientas personas”, rememoró Fernanda Correa.

 Mientras que Cecilia Ximenes, una estudiante de diseño gráfico que decidió ir junto a dos amigos y a su tía abuela de ochenta  y cinco  años llamada Pichuca. se refirió al estilismo de antiguas enaguas  y vestidos, además del maquillaje  pronunciado, el uso de patines y un clarín a modo de accesorio e instrumento de sonido que usaron en la construcción de estilos para concursar.  Cuando subieron en grupo al escenario  y Pichuca comenzó a esparcir una botella de champaña sobre los espectadores fueron muy aplaudidos. Motivos suficientes para que resultaron ganadores del certamen. Acerca del premio destacó Cecilia: “El dinero nos llegó en billetes de un dólar”.

link: https://www.youtube.com/watch?v=OQysVBaC1zk

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