Nuestra columnista invitada (periodista especializada en diseño y cultura material) recorre la obra de la artista Sofía Durrieu y reflexiona acerca de sus performances y atuendos. En el gabinete tributo a la obra de Pedro Curutchet, dispuesto en la muestra “Del cielo a casa”, en Malba, se puede apreciar la más reciente instalación de performática de Durrieu: Arco V_ Ren Dao_Tenderness _Curutchet. Y también participar de su activación junto a la artista.


Será el alto porte, o tal vez su blancura, que la hace aparecer como una contemporánea que viene siéndolo desde comienzos del siglo XX europeo. Como si llegara apasiblemente caminando desde las primeras vanguardias, sin cansancio, con la constancia de un avant garde de un siglo y monedas. Algo atemporal envuelve a Sofía Durrieu.
Llego a imaginarla metida en un intonarumori -aquellas máquinas que pergeniaba el futurista Luigi Russolo-, prestándose calladita a que la atraviesan los ruidos o a emitirlos con ganas. En otro spot, la veo cambiando notas con Tamara Lempicka sobre el casquete que diseñó para Puppet Me. (El apodo corresponde a la obra “Ejemplo de palo caminante de cinco patas” y que fue presentada en la galería Ruth Benzacar).
No es ficción. Apenas el impacto del propio corpus de obra de la artista en los últimos años (visto en fotos y videos, tal como aparecen en su página, mírenla), trenzado con el propio decir de Sofía mientras camina al borde de una ruta, en la campiña suizo francesa. Desde hace tres años vive mayormente en Suiza. Pleno en efectos sonoros, su relato llega por whatsup. Una charla en travesía. Que semanas después continuará en vivo, durante el armado de su último modelo performático de la serie Arco, que integra la muestra “Del Cielo a casa, conexiones e intermitencias en la cultura material argentina”, en Malba. El público rodea su espacio entre la curiosidad y la prudencia. Temor, desconcierto, cautela parecen las reacciones mientras las personas atraviesan o miran de lado el gabinete, una estructura con dos paredes laterales cerrada por un textil beige de aspiración hospitalaria. El tusor o nuevo lienzo, la versión de algodón que más se vende en los últimos años, aterrizó en los cortinados de este espacio y también en el atuendo de la artista, que logra egresarlo de su insistencia de almohadón, hacerlo especial. Porque de tusor también es el alphet marfil que luce Durrieu: un ambo de pantalón ancho y abierto, con medio cruce chiripá, y remera de manga ranglan. “Muy fácil, les paso el molde”, dirá.

La destreza proyectual del instrumento que acompaña sus sensibilidades, fisiológica e historiográficamente bien sostenidas, se verifica en los encuentros. Las visitas se acercan de a poco: primero miran las demás cosas del núcleo Cuerpo, alrededor del espacio que contiene a Sofía. Intimida la armadura: una estructura metálica de barras, como un soporte de camilla, atravesado por dos largas y finas varas móviles de acero, que Durrieu maneja como prolongaciones de sus brazos para tocar puntos de quien la enfrente.
Los rozará con cascabeles, o con orejitas afelpadas o con estilizadas plumas negras. Usará esencias para provocar también al olfato. Agachada sobre sus muslos, la traza con que maneja los arcos evoca un cuadro entomológico: la medición del trayecto, el cálculo del punto al que que llegar. Así, ese primer impacto de frialdad neutra, como de gabinete hospitalario, amengua cuando el público ve a Durrieu en acción con las personas que se prestan. Y es con la aplicación mecánica de esa paleta de emociones (que se intuye bien probada en carne propia), que Sofía media con otros cuerpos como una ostéopata. Diez años después de que fuera la candidata Hilda Godot con el lema “Primero después”, bajo la fórmula mágica Backstreet Beuys, la ruta artística de Sofía ganó en profundidad, espesor conceptual y síntesis. Otra edad. Otro lenguaje. Las emociones, los movimientos, la mecánica, los sostenes, la historia, el tiempo, sui ntuición, todo entra en escena apenas a través de corporalidad-es y mínimos elementos. Una performatividad sin palabras, como el revés del biodrama, aunque no deje de serlo.
Una estética del cuerpo y los soportes en el sentido más ancho y hondo posibles. Este set 2023 sucede entre dos muros pintados de mostaza Dijón, con referencias de un cirujano célebre que acaba de salir del closet como diseñador. Es que la máquina de Sofía se instaló al cobijo de una trayectoria que le sienta: el itinerario de unos 60 años de práctica del Dr Pedro Domingo Curutchet, el médico cuyo nombre resuena unido a la casa que le encargó a Le Corbusier en 1948, en la ciudad de La Plata. La única obra que el arquitecto suizo construyó en América. Tal vez a algunxs les suena. Pero lo que la mayoría de la gente desconoce es al cirujano diseñador comprometido con su medio, que para combatir la hidatidosis -la zoonosis más extendida en la ruralidad- diseñó un sistema quirúrgico aximanual. A Sofía, la figura histórica del Dr. Pedro Domingo Curutchet le generó admiración, ternura y hasta la sensación de un parentesco cuando supo algo de su biografía. A ambos lados de su gabinete, están la foto, el diploma, la placa domiciliaria, algunos pocos de los doce libros que escribió Pedro Curutchet, la innovación instrumental de sus pinzas para ingresar al cuerpo humano y repararlo. Hay algunas de las láminas que el Dr Curutchet hacía para explicar su método: “el nuevo arte de operar”.
De este nexo entre un legado social y científico y una obra contemporánea, emerge un detalle sorprendente: Sofía bautizó a esta máquina Arco V /Ren Dao / Tenderness- Curutchet. Es la quinta del tipo que diseña, por eso le puso V. Curiosamente, Arco V se llamaba la prueba de diagnóstico de la hidatidosis.

En escena el vestir no distrae. Nada sobra. Hay en ella una síntesis semejante a la del yoga, una disciplina que practicó y de la que fue instructora. “Lo primero que estudié fue arte y filosofía. Luego diseño gráfico y trabajé como diseñadora gráfica bastante tiempo. Fue un oficio del que aprendí muchas cosas, sobre todo a trabajar en equipo. Cómo dar forma y cómo comunicar. Si bien lo encaré con amor y compromiso, en algún momento me di cuenta que eso no era para mí, no resonaba espiritualmente. Hay muchas cosas del diseño que me resultan muy elevadas, que podrían entrar dentro de lo espiritual, digamos. Cuando dejé de trabajar como diseñadora tuve una vuelta al arte que no fue en línea recta”, explicará. Si en el yoga una serie de sistemas y objetos sirven para corregir posturas (hay algo terapéutico, normativo… también puede ser regenerador, poético, curativo , etc) es en la exploración de esas polivalencias donde trabaja la obra Mademoiselle Durrieu.
Además del cuerpo y el input conceptual, la materialidad aterriza completamente pensada y fabricada por ella, desde los dispositivos a las prendas. Hierro, bronce, acristal (como un yeso pero es polímero), resina, látex.“Voy cambiando y combinando. Lo hago todo yo. No hay herreros nada de eso: sueldo, corto, limo, pulo . Y la tela … siempre en algún momento, lo que hago involucra costura. Costura y tejido. Muchas veces empiezo los procesos cosiendo o tejiendo algo… más que dibujando”.
¿Cómo abordás la vestimenta?
La forma en que fui trabajándola fue cambiando y también depende un poco del tipo de trabajo. Adonde empecé a poner un énfasis en la ropa creo que fue en Magenmund (2019), que me hice un traje como una segunda piel que tenía una curva para dejar al descubierto la panza, porque había que entrar en contacto panza con panza, entonces hice un vestuario que permitia esa area liberada. A partir de ahi empecé a incorporar la ropa como un aspecto más de la escultura. En Puppet Me la idea era poder generar una suerte de continuidad cuerpo-objeto suspendido y otras cosas colgantes, como un móvil o una escuctura continua. Lo principal fue generar segundas pieles, que son cueros. Para eso saqué unos moldes de mi cuerpo y después cosí en cuero de suela, grueso, y la costura tiene como un lenguaje, un código. Y entonces son fragmentos de piel que tenían enganches y sobre esos enganches la gente podía insertar los instrumentos con poleas o con líneas de hierro más rígidas…
La categoría sería más ropa que vestuario
Sí, puede ser… Algo de los trabajos performáticos no tienen que ver con el espectáculo, con la puesta para ser vista sino con un acontecer, un accionar … la procesión va por dentro. Hay cosas que quedan en el misterio No todo es teatral o de exhibición, aunque esté puesto en un contexto así. Hay una contrafuerza adonde todo eso es para quien lo vive.



