Las piezas de juegos vestibles de Silvana Moreno

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Silvana Moreno es periodista, escritora, editora, música, asesora parlamentaria en Cultura. También es vegana, vecina de la Triple Frontera de Paternal/Villa Crespo/Caballito, y aprendiz de muchas cosas. En especial para Sucesosdemoda, alude a las prendas e iconos en la trama afectiva de su placard.

“Aunque fui una feliz periodista de moda y belleza durante varios años, nunca me atrapó la moda-moda, la que se renueva cada temporada. Sí el diseño y, definitivamente, el estilo, donde reside la esencia, eso noble y verdadero que no cambia.  El estilo no puede forzarse: al que lo intente, lo pondrá en evidencia. Mejor descubrirlo, escucharlo y seguirle la corriente. A mí me tocó un estilo lúdico, digamos cosplay (costume + play) natural, listo para atravesar dimensiones en busca del amor y la felicidad”, enuncia Silvana acerca de sus elecciones éticas y estéticas en relación a la moda.

Mis piezas de juego favoritas

Perlas de la Mamina. Mi madrina, Sara, me dejó su gargantilla de perlas sintéticas de tres vueltas. La usé en contadísimas ocasiones: en una buena fiesta, si voy al Colón… La Mamina, mi tía abuela, fue mi primera influencia de estilo. En la familia se rumorea que fue tapa de Para Ti. A mis 4, 6, 9 años, yo salía de Agustín Ferrari, paraje semi rural a 40 kilómetros de Buenos Aires, a pasar unos días a su departamento de la calle Tucumán, y esos días con ella eran para mí como estar hoy en París invitada por alguna diva del cine francés, entre neones, satenes, bombones, escaleras mecánicas, lunares pintados con lápiz, balcones para mi asombro, cines, pizzerías y su pelo platinado. La diva también me hacía ropita con su máquina de coser. Así, cuando me pongo esas perlas, me pongo toda una historia de amor y admiración.  

Traje shipibo. Un día agitado de 2013 necesitaba con urgencia alguna “perla” para mi sección del diario La Nación. Descubrí unos bordados peruanos muy interesantes y desconocidos por aquí: “Ahí están los textiles hechos por los shipibo-conibo, el pueblo del Amazonas peruano donde viven los chamanes guardianes de la ayahuasca. Se trata de faldas para ceremonias, en realidad, donde las artesanas bordan y pintan, con una notación críptica, canciones medicina. Las indicaciones básicas las da el chamán, que para eso subió al cielo a buscar los diseños”. Después me olvidé de la publicación, pero, en 2016, en Cusco, conocí a Asencia, una chamana shipiba, y con ella empecé a ascender al cielo yo también. Fue creciendo la amistad y en 2019 viajé a su casa, en Puerto Nuevo, plena selva amazónica. Plantas mágicas, delfines rosas, arcoiris sobre el poderoso río Ucayali, extrañas frutas deliciosas… Yo ya estaba hecha. Pero Asencia me guardaba una sorpresa: una tarde, me cosió una falda con un un textil kené, me regaló la blusa que completa el traje shipibo y anunció que sería mi madrina.  Me puse el traje y se vino la ceremonia: me bautizó con agua y una ramita. Cantó como una Björk de la selva. Mi nombre shipibo es el mismo que el suyo: Wasanyaka; así se llaman los monitos en los que fueron convertidos unos chicos castigados por el Inca, tras comerle las frutas sin mala intención.  

Peluca japonesa. Lo que buscás, te está buscando. Paseaba por un mall de Shibuya, mi barrio favorito de Tokio, y encontré lo que siempre había soñado: una melena albina, larga y de buena calidad. Eso sí: artificial, nada que ver con la Su.  Uso la pelu solo en shows de Moreno y las Plantas Mágicas. Ahí me transporto, respiro aire tokiota y me siento una modelo de Aya Takano, la artista japonesa. Esta peluca es solo un volver al futuro: algún día tendré el pelo así naturalmente, ya que no me gusta teñirme, otro rasgo de estilo. 

Moreno y las Plantas Mágicas, en noviembre de 2022 en La Cigale. Foto: Mauro Roll.

Porrista del Lejano Oeste. ¡Ojalá pudiera andar de porrista por la vida sin llamar la atención! Es el look más práctico que hay. Pero sublimo y lo luzco apenas en ocasiones especiales; aunque se ha dado el caso de caer así en un cumple dominguero justificándome: “Es que vengo de una sesión de fotos”.Este tesoro fue hallado por Eléctrica Brand en Texas, usado por una auténtica cheerleader. Y así de canchera me siento cuando me lo pongo. Quién sabe, tal vez aquella porrista encantadora del Lejano Oeste dejó parte de su magia en el tejido.

Moreno porrista por Eléctrica Brand, 2016. Foto: Jorgelina Giussi/taller de Nina Kovalsky.

Souvenirs de París. María, una amiga muy querida, vive parte del año en París. Faltan nuestros paseos y cafecitos porteños, pero no nuestras charlas diarias sobre los temas más diversos. Me encanta el gusto de María para la decoración, la ropa, los libros y las chucherías. Nos gustan las mismas cosas, así que, desde París, vía satélite, me acerca información privilegiada, me entretiene con sus aventuras en la Ciudad Luz y, cuando viene, me regala un souvenir más chic que otro.Souvenir significa recuerdo, y tengo más cerca a mi amiga cuando me anudo al cuello el pañuelo con pajaritos de Ted Lapidus, con nuestro verde favorito.  ¡Y ni hablar cuando uso los aros de cerezas que pidió diligente a Corea, sin hablar coreano! Ahí hizo un milagro argentino. Los descubrí en cuarentena y me fue imposible conseguirlos: solo existen en países extraglam. Las cerezas son de cristal, con un sistema de cierre muy moderno: el tallo de acero entra al agujerito del lóbulo, y luego se coloca la cereza a presión. Quién sabe qué dirían los ideogramas, pero el correo le llevó ¡ocho pares! De distintos colores, por suerte, así que los distribuimos entre las dos.  La nuestra es una amistad sellada con aros de cereza coreanos.

Aros de cereza coreanos sobre el río Sena. Foto: María Solari.

Vestido jedi. Vaya aquí mi homenaje a Chocolate, extinta marca que me hizo feliz cuando el área de producto contaba con diseñadoras como María Marta Facchinelli y Gaba Esquivel. En 2016, necesitaba un vestido heroico retrofuturista que diera jedi, justamente para presentar mi libro “El camino del Jedi. Mitología y espiritualidad en Star Wars”. Lo encontré en Chocolate de la avenida Córdoba: viscosa en dos capas, drapeado, un solo hombro al estilo amazona… El blanco era más de princesa, me dio pudor y me quedé con el gris guerrera.Meses después, ¡sorpresa! Para el estreno de “The Last Jedi”, en Londres, la actriz Daisy Ridley (Rey, en la ficción) llevó un vestido muy similar de Calvin Klein, pero de vinilo. ¿Casualidades de la Fuerza? Solo Raf Simons puede dar las explicaciones del caso. 

Zapatos de Barbie vegana. Nunca, pero nunca, quisiera usar zapatos de cuero. El cuero es un crimen, como la carne, aunque se vendan zapatos, carteras y hamburguesas como si nada. Amar a los animales es amar a Melissa, marca brasileña de zapatos y accesorios de plástico reciclado/reciclable, perfume a tutti-fruti y diseño de autor internacional, con firmas como Vivienne Westwood, Viktor & Rolf, Karl Lagerfeld, Jean-Paul Gaultier, Thierry Mugler, la arquitecta Zaha Hadid… Un amigo los llama “los zapatitos de Barbie”. Con el tiempo, armé colección, desde botas tejanas hasta sandalias de taco aguja, pasando por skippies, carteras y zapatillas. Los primeros modelos que llegaron a la Argentina (¡duros!) se vendían en Buenos Aires a principios de los 90, en la cadena de jeanerías Magic, por la avenida Santa Fe. En esa época compré unas sandalias transparentes. La marca dejó la Argentina y a fines de los 90 la reencontré —más blandita, cómoda y fashion— en Brasil, cuando cubría las primeras ediciones de la San Pablo Fashion Week. Desde entonces uso Melissas. 

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